Ven. Tócame. Toca mi piel. Todos mis sentidos responden al tacto. Toca mi cuerpo, sabes que eres el único hombre que deseo. Alumbra mi piel con tu mirada y bebe de mis huecos hasta que te embriagues de mí... Ven, haz que pierda la cabeza. Ve directo al corazón atravesando el cielo para llegar a mí... Hazme mujer entre caricias tiernas y violentas, entre la tierra y el cielo; justo a tiempo, tras las sombras cambia la historia. Hazme descubrir todo lo que quiero además de repetir tu nombre sin cansancio. Hazme tuya otra noche y enséñame el camino a seguir... Desvanéceme en tu piel para siempre. Déjame vivir en tu alma. Déjame recibirte, toda húmeda, dando gritos de felicidad, tragando tu semen, con las piernas abiertas, ofrecida, lamiendo, pujando, penetrada hasta el fondo, olvidándome de todo menos de ti. Pega tu boca a mi sexo como si te murieras de sed, besa mi piel con fervor, con deleite; quiero ofrecerte todas las aberturas de mi cuerpo, mis poros, mi alma. Sabes que cuando tu miembro no está sumergido en mi sexo me siento incompleta. ¡Ven!

He adiestrado todos mis orificios para darte el máximo placer. Mis derretidos y dilatados labios vaginales imploran acariciar con ternura inaudita cada milímetro de la creciente protuberancia de tu virilidad. Ven, tócame toda. Desnúdame frente a ti muy despacio, con mirada lasciva. Acariciaré mis senos seductoramente como me lo pides, tomaré tu miembro con mi mano, suave, rotundo, recogiendo con la punta de mi lengua cada gota aperlada de arroyo dulce que se esparce por los adentros de mi alma... ¡Tómame! Te ofrezco la cálida humedad de mi entrepierna. Lléname el cuerpo de ti, mi adoración. Ven, tócame, y muramos otra vez.