¿Cómo hacer ver aquello que es espantosamente cierto? ¿Cómo y de que modo explicarlo? La violencia presente en cada aspecto de nuestra vida además de la redundante re/presentación en los medios de comunicación masiva son características de nuestra época, parte de nuestro paisaje cotidiano. La ejecución y resultados de ésta ya no solo no nos conmueven, sino que los miramos con indiferencia. Se ha anclado en una atmósfera de ausencia que no por ello deja de estar presente. Parecería quizá, y sólo en ocasiones, que ha disminuido, pero esta percepción ha de ser por nuestra feliz anestesia en la que vivimos, y es así como ni siquiera nos damos cuenta de lo incisiva que resulta.
Sin embargo, en otras ocasiones y cuando la filosofía del corazón nos permite despertar un poco, nos parecería entonces que su avance no se detiene, que cada vez hay más y peor, pero esto puede ser sensación de cada época en la historia de la humanidad y no por ello dejan de presentarse ejecuciones violentas. Pero lo que me resulta más inquietante de todo esto, pudiera ser la capacidad que tiene la violencia de despertar cada vez más fascinación en quienes la practican y/o en quien se deje cautivar por ella.
Es por todo lo anterior y, razones aún las hay más, que propongo este proyecto que consta de siete pelotas color rojo en las que rotularé imágenes, que no han de ser de nuestro agrado pero que hablan de aquello que tanto podría causar náuseas concientizarlo: la violencia infantil. Es un doble juego, las pelotas como artículo con el que comúnmente se divierten los niños pero que ahora, son ellas las que denunciarán situaciones de las que, en diversas ocasiones, fueron testigos.
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