Extasiado en la cercanía de tu rostro iluminado por el resplandor de nuestro amor urgente, nuestro deseo proclamado, ardiente fuga de nuestros corazones agitados por la fuerza de mil encuentros esfumados que ahora pugnan por recobrarse, por cancelar la deuda con este universo que desata hilos y enreda vidas.

Tu rostro en mis manos. Mis dedos en tu cuello abierto que devoro y me engulle. Desaparezco en el aroma de tu piel como una fresa en tu boca. Paladeo sabores marcados e imborrables: tu aroma. Persigo tras tu cuerpo ese algo inalcanzable que a ratos domino, pero se me esfuma. Creo llegar a ello cuando tus senos florecen entre mis dedos y su forma queda vaciada en la palma de mi mano. Tu precioso ser se me escapa. Me aferro a él cuando tus labios me repasan, cuando mis besos se hunden en tu lengua, cuando mis dedos acarician tu cara. Me estrecho contra tu forma, sintiendo la fuerza de tu cuerpo, me cuelgo por tus hombros que desnudo, descendiendo por las dunas que mi desierto encuentra hasta tu vientre. Contemplo el volcán aparecer en ese desierto, extasiándome con la fuerza del temblor que estremece mi cuerpo al encontrar tus muslos tersos, férreos y suaves que te llevan hasta mis brazos, creyendo alcanzar la maravilla de tu belleza, que se me esfuma hasta rendirme entre tus piernas que recorro sin descanso. Mi boca, huésped invitado de tus miembros, se apodera de todas las veredas de tu piel, gime ansiosa, sedienta por el alma que supura tus rincones. Todo tu cuerpo sin ropa estalla en mis manos hambrientas.

La figura de tus brazos extendidos aletea sobre mi deseo cuando me despojas de lo que impide a nuestros cuerpos mezclar su incipiente humedad que empieza a calar entre nuestros abrazos. Cuerpo bajo cuerpo, nuestras almas se buscan y se hallan en este ensamble de maravillosa desnudez. El mundo desaparece al agitarnos alocados entre besos nerviosos, desesperados, por encontrar algo que se nos escapa cuando lo sentimos.

Me llevas entre tus manos cálidas y amorosas hacia tu interior. Miro de frente tus ojos azules y penetro en ese mar oscuro que me absorbe religiosamente. Entonces te hallo en ese agarre con que atrapas todo mi cuerpo que crece y te cubre. La emoción nos une, los besos hablan, el sudor nos empapa en el fragor de nuestras caricias mientras afirmamos nuestro amor hinchando el espacio a nuestro derredor que se expande por nuestra piel enredándose entre los hilos de nuestro deseo. Unidos, estrechados, santificados, entregados a un solo respirar traspasamos el espacio y el tiempo aullando placer y belleza al sentir la fusión de nuestras almas.

Tus besos hablan
Fotografía intervenida a partir de un original de José Luis Armentia
info@cromatismos.com
Texto: Ramón Almela
atc@criticarte.com
Publicado el 15 de Febrero de 2011