Mírate, mírame, reconóceme en tu piel... Mi sexo está intacto, tus dedos rascan, buscan, encuentran, afanándose por encontrar... De repente sentí como tus brazos tiraban de mí con fuerza, firmes, cariñosos, seguros. Me tumbabas y me observabas... Yo no salía de mi éxtasis, sólo deseaba el momento de sentir tu piel pegada a la mía... Veía tu cuerpo robusto, tu pecho vasto, tu miembro firme deseoso de embestirme... Tus labios cálidos rozando los míos, tus manos recorriendo cada parte de mi cuerpo como si lo exploraran por primera vez. Mis senos, atrapados en tu mano. Tu cabello, tu aroma...
No atino más que entregarme a ti, provocarte, dejar ver mi silueta, mi sombra en la pared, mi cabello cubriendo mi pecho pero, dejando ver lo necesario para que me jales de la cadera y te hundas más en mí...
Tu boca... ¿Qué tendrá ese veneno que saboreo con placer? Tu aroma, tu dulce miembro entre mis labios que devoro con lentitud. Mi corazón se arrebata, mi mente se tropieza con el deseo de pertenecerte, de ser absorbida por ti, buscar tu placer, tu suspiro, tu redención. Amo ser mujer entre tus brazos, aunque sólo sea un instante fugaz. |
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Siento como creces en mí... Escucho una tímida respiración, pero acelerada por el placer. Veo tus ojos, tu boca, tu cabello nuevamente como si gritaran tu placer, tu abandono a la sensación de destrozo, dolor y placer, ausencia de mente. Te robo un instante. El mundo está afuera, eres sólo de ese cuarto, de esta media luz, de estas piernas que te atrapan, de esta cadera que se ofrece a ti, de mi espalda que se deja ver desnuda. Sentir que llegas al centro del corazón.
Una ráfaga de aire me arrebata de mi sueño y el helado frío me hace su mujer. La amplia cama, las sábanas, se burlan de mis fantasías y atrapan mi boca. Sólo queda el rastro de mi cálida humedad que se esconde tímida entre mis piernas y se asoma recorriendo mis muslos.
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