Me gusta el motel donde nos refugiamos con el piso resbaloso y su cochera oscura, con sus sabanas ásperas y el agua siempre fría; donde la única fuente de calor es tu cuerpo desnudo recortándose contra la ventana, eterno y suave, luminoso y fuerte.
Donde la libertad se cierra en tus brazos. Donde tu lengua sabe a sexo. Donde eres libre para decir “te amo”. Donde no hay fronteras espirituales o carnales.
Ahí, donde nos besamos en la puerta y jugamos en el reflejo del espejo. Donde nos tocamos con morbo, con ternura como si no nos conociéramos. Donde muerdo tus pezones lavanda y tu vientre lleno de luz. Donde el orgasmo es una necesidad imperiosa, como un respiro de vida sobre tus labios.
Sí. Me gusta ese motel y también la prisa por irnos, porque por el solo hecho de salir de él nos obliga a regresar nuevamente.
Motel
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Texto: Fabiola Villa
atc@criticarte.com |
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Publicado el 30 de Enero de 2012
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