Abrazar tu blanquecina desnudez que, muda de dolor, resignada, se entrega palpitante a las caricias irresistibles de mis manos que sueñan tus valles domésticos, tus promontorios únicos desde donde me aferro al mundo y a la vida. Miras con seguridad erótica cómo mi cuerpo se desparrama por las laderas de tus miembros resbalando hacia la fuente de humedad creciente que me engulle absorbiendo toda mi voluntad.

Tus piernas se vuelven aspas al viento, y como remolinos me atrapan estremecido por los gemidos luminosos que invaden el aire. No hay fin en mi lengua sedienta de tu cuerpo que, gélido, va tornándose candente haciéndome aún más voraz.

Mi boca ansiosa por tu piel se inunda de ti, de tu sabor y esa aterciopelada sensación que cambia mi ser como toque de magia sorprendente: te toco y me conviertes en tu esclavo. La magia del amor extasiado.

Magia
Ramón Almela
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Publicado el 9 de Mayo de 2009