Corrí sin fin al borde del agua alcanzado por tu pensamiento hasta agotarme como si hubiera trotado sobre tu anacarada belleza. Las olas me hablaban. El mar encrespado rugía en su placer y me engullía. Acariciaba la superficie espumosa como palpo tu piel. Esas olas me envolvieron inmensas abriéndose, realidad de tu cuerpo donde me zambullía entregado a su vaivén. El mar, como tú, me atrapaba y me perdía en él. Me llevaba en su inquieta danza atrayente donde me hundí como en tu vientre, mar de mi alma. El embate de las olas se convirtió en la embestida de tu cuerpo desnudo y desinhibido que me tomó por entero haciendo de mi cadera arrecife de tu pasión desenfrenada.

Te llego a tocar. Mi mente se despliega intensa y se instala en ese maravilloso lugar de tu sensualidad amorosa. Quiero tus labios tan dulces desbordando mi piel, perdiéndose en sus recovecos secretos y, voraces desesperarse cuando reconocen mi cuerpo dispuesto para ti. Quiero navegar tu piel, nadar en tu cuerpo, atravesar tus senos desde la costa de tu vientre y zambullirme entre los acantilados de tus muslos para hundirme en tu gruta subterránea que me aguarda húmeda y reservada, delicia única de sensualidad cristalina en la que desaparezco absorbido por tu amor.

Embate de tu piel desnuda
Ramón Almela
eroletras@criticarte.com
Publicado el 11 de Octubre de 2009
Entrégate como sólo tú has sabido hacer construyendo esa sensación que tu cuerpo logra en mí. Tu cuerpo, inmensidad de blancura extendida, que nunca mis manos abarcan como desean, y que se deshacen por tu espalda en veredas descubiertas que culminan su trayecto al encontrar tu sexo bendito, sacra humedad, que abre el milagro de mi excitación sin fin.